domingo, 11 de agosto de 2019

La contradicción


Lo que le da a un retrato alma y a lo mejor cierto aire de exactitud, no es la fisonomía exacta, con las partes del rostro en consonancia y perfecta disposición. Con ello sólo conseguimos un parecido real.
Cuando uno sonríe los ojos no pueden estar tristes o abiertos de sorpresa. Si los ojos están animados, no podemos poner una boca curvada apagada como de sollozo, porque entonces el retrato tendría un aire falso y no parecería natural.

Entonces, deberíamos tener presente que cuando los ojos se entornan, la actitud debería ser sonriente, las comisuras de los labios se alzarían hacia la nariz, las mejillas se rellenarían y las cejas se ensancharían.

Yo no soy una pintora lo suficientemente minuciosa como para engarzar bien las distintas partes de una cara.

En este retrato de Pepe Simarro Junior emulo la contradicción, vemos que los ojos no están para nada entornados,  para esa ligera sonrisa guasona. Sin embargo, la combinación de estos rasgos contradictorios, de una mirada seria con una sombra de sonrisa, da por resultado una inestabilidad sutil, una expresión que oscila entre lo pensativo y lo burlón, que intriga y fascina a la vez.

Soy expresionista y también trato de conseguir esa armonía y equilibrio eliminando datos que son para mí superfluos. De la forma más pura, procuro dejarlos a veces deliberadamente incompletos y así conseguir un aspecto irónico. Contradicciones intrigantes les otorga aspectos más naturales. Pero sin exagerar la nariz como en una caricatura.


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